Oración ante la Imagen de María Santísima de la Santa Vera Cruz. Antequera, 2 de mayo del 2012.


Nos reunimos hoy ante la Imagen de Nuestra Madre, alrededor del rezo del Santo Rosario y deseando que lo lleguemos a hacer con el sentido que debemos dotar a todas nuestras oraciones:
1)      Tener clara nuestra actitud, como la de Moisés ante la zarza ardiente.
2)      Relación con Dios, con los frutos que tienen que darse, y lucha contra las tentaciones en las que se puede caer.

Preámbulo

 La misión de María

María en el Calvario recibe de Jesús la investidura como Madre de la Humanidad, regenerada en una nueva vida en virtud de su supremo sacrificio en la Cruz.

Desde el primer momento, la presencia de María a la Vera Cruz no es fruto de la casualidad ni tiene que ver con la esfera privada, sino que encierra en sí un carácter profundamente oficial y un papel muy concreto en los designios divinos. De hecho, la grandiosa escena del Calvario es descrita por el Evangelista repartida en episodios emblemáticos, que ilustran los últimos actos del anuncio de la obra mesiánica y de la manifestación suprema del amor salvífico de Jesús a través de algunos dones espirituales entregados a la humanidad. Por ejemplo, en el reparto de los vestidos del Crucificado, cuando los soldados tienen el cuidado de no rasgar la túnica sin costuras, se anuncia simbólicamente el don de la unidad que el Hijo de Dios deja en herencia a aquellos que quiere salvar: la indivisibilidad de su Iglesia. En el agua (signo del Espíritu Santo que se comunica a los creyentes) y en la sangre (signo de la entrega de su vida) que fluyen del costado de Jesús atravesado por la lanza, se ponen de manifiesto simbólicamente los primeros signos de la nueva vida, los dones de los dos alimentos que forman y nutren a la Iglesia: el Bautismo y la Eucarístía.

Igualmente emblemático es el episodio en el que Jesús decide confiar su Madre a Juan, su discípulo predilecto, “el discípulo que amaba”, expresión repetida varias veces en el cuarto Evangelio y que se refiere a él mismo. “Jesús, al ver a su Madre y junto a Ella al discípulo preferido, dijo a su Madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: Ahí tienes a tu Madre. Y desde aquel momento el discípulo se la llevó con él”. (Juan 19, 26-27)

Orígenes, escritor y teólogo cristiano, en su “Comentario al Evangelio de Juan”, escrito en el año 230, fue el primero en dar una interpretación de la escena descrita y de las palabras de Jesús que trasciende el significado literal de la crónica de un simple acto de piedad del Hijo de Dios hacia su Madre o de un gesto suyo de afecto hacia el discípulo. Por otro lado, si Jesús hubiese querido ocuparse de la acomodación futura de su Madre podía haberlo hecho antes, sin esperar al momento de su muerte. Orígenes entiende en las palabras “Mujer, ahí tienes a tu Hijo”, la investidura sobrenatural de María como nueva “Eva”, madre de toda la humanidad convertida, por la fe, en hermanos de Jesús. Por tanto, en el Calvario, los cristianos renacidos a una nueva vida por medio del sacrificio supremo del Hijo de Dios, también reciben una nueva madre común.

Desde este momento arranca la misión materna de María de proveer al cuidado y a la formación, con el amor y la ternura propios de una madre, de aquellos que, como San Juan, tendrán en común la fe en Cristo. La referencia a la hospitalidad que el evangelista da a María en su propia casa es otro paso simbólico para indicar la actitud y la conducta que todo cristiano debe tener hacia la Madre de Dios, con gestos de filial y concreto afecto y veneración. San Juan, recibiéndola consigo, se convierte en modelo de creyente  y en un verdadero hijo de María, de la cual más que un protector es un protegido, siendo acogido por ella en la familia de Dios. En las palabras “Ahí tienes a tu madre” está contenido, por tanto, el fundamento de aquel extraordinario testimonio de devoción mariana que, a través de los siglos, ha llegado hasta nuestros días con una intensidad cada vez mayor. San Juan, hijo de Zebedeo y hermano de Santiago el Mayor, discípulo de san Juan Bautista, estaría entre los primeros en entrar a formar parte del séquito de Jesús. Testigo de los principales acontecimientos relacionados con Él, habría muerto a una edad tardía, centenario, en Éfeso, como el último superviviente de los doce apóstoles. Por la profundidad teológica de su Evangelio ha sido llamado desde la antigüedad “Águila espiritual” (el águila es su atributo iconográfico más común). En el Calvario se le representa tradicionalmente a los pies de la cruz, a la izquierda de Jesús, en el lado opuesto a María. A menudo lleva un manto rojo, color que simboliza la Pasión y el martirio, signo de la sangre derramada por el Hijo de Dios.


Rezar el Rosario, orar.


Dos cosas antes de empezar a rezar el Rosario, ¿sabéis qué tiene que contener, cómo debemos hacer una auténtica oración? ¿sabéis cómo y donde nace el rezo del “Rosario”?

El Rosario

Rosario significa “corona de rosas”. Es una tradición que nació en los primeros siglos donde las cristianas al ser llevadas al martirio por los romanos, marchando hacia el circo, ataviadas con sus galas más hermosas, se adornaban los cabellos con coronas de flores, como un símbolo de alegría, y no era para menos, sabían que se iban a encontrarse con Dios. Al anochecer los cristianos recogían sus cuerpos destrozados por las fieras y por el odio, y por cada rosa recitaban una oración recordando a aquella mártir que ya les sonreía desde el cielo.

Orar, hablar con Dios.

Vamos a leer un texto, de los que abundan en la Biblia, en donde se muestran las pautas sobre cómo y dónde tiene que terminar la oración.

Éxodo 3, 1-6.

Dios nos da la libertad para que sin forzarnos, de forma casual (como se repite mucha veces más) haciéndose el encontradizo, Dios nos acoge y ama, eso sí añorando nuestra unión.
1)      En primer lugar Moisés, al igual que nosotros hemos de sentir, tenía una sana y santa curiosidad.
2)      Se descalzó, se vació de si mismo. Hemos de descubrir nuestra propiedad verdad, postrándonos ante las evidencias
3)      Tiene lugar entonces, con su total e íntima sinceridad, el encuentro con Dios. Sintamos en este estado de gracia que Cristo está en nuestras vidas, o al menos acerquémonos para sentir su perdón. Rindámonos ante el amor de Dios, dejémonos amar por Él.
4)      Moisés es enviado a guiar su pueblo. Toda oración, todo encuentro con Dios, debe terminar con nuestro envío a por el prójimo, en busca del bien. Debe terminar con nuestra entrega generosa a los demás, entrar en común unión con los demás, termina con la evangelización. Hemos de sentir una necesidad vital de comunicar a los hombres el Amor de Cristo, gracias a que hemos recibido la fuerza del Espíritu.

Frutos y tentaciones de la oración.

Aparentemente la oración no produce frutos, pero cuando conseguimos ser constantes, produce abundantes frutos sobre lo más profundo de nosotros y sobre nuestros actos.
-          Necesidad de orar. Dios se convierte en Alguien que atrae, con quien deseamos estar, llega a hacerse centro de nuestra vida.
-          Cambio interior. La oración transforma la raíz de la persona, las realidades terrenas se relativizan y se absolutiza a Dios.
-          Crecimiento en el amor. Nos damos cuenta del amor gratuito y profundo de Dios y esto provoca que demos también amor.
-          Crecimiento en la fe. Al tenerlo tan presente en nuestro interior, nuestra fe se personaliza, nos adherimos más a la persona de Jesús.
-          Liberación y realización personal. Junto a Jesús, nuestra vida cobra sentido, tras su liberación hemos de convertirnos en liberadores.
-          Fortaleza, obtendremos todas las energías necesarias para afrontar nuestras luchas, disolviendo todos nuestros desánimos y amarguras.
-          Comunión con Dios y los hermanos, reconociendo que Él está en nuestros hermanos, llevándonos a compartir con los demás nuestra vida.
-          Atracción a otros, la constancia de uno sólo atrae a otros.
-          Alegría, quien se ha dejado tocas por Dios, experimenta algo tan especial que transmite alegría allí donde va.
-          Paz interior.

Lucha contra las tentaciones.

Hay que conocer las posibles tentaciones para estar alerta y vigilante. La oración es un combate contra nosotros mismos y contra las astucias del tentador. Isaías 1, 15: “Cuando alzáis vuestras manos, yo aparto mis ojos de vosotros, cuando multiplilcais las plegarias, no escucho. Vuestras manos están llenas de sangre”

He aquí algunas tentaciones oracionales que el mismo Jesús descubre en los evangelios y previene contra ellas:
-          Oración hipócrita. Mateo 6, 5. Se busca al hombre en la oración, aparece el deseo de ser visto por los hombres para que los demás reconozcan nuestra santidad. Jesús rechaza el tipo de oración que pretende ser expresión de grandeza, en la que a través de manifestaciones religiosas se quiere conseguir la fama de hombre justo. Se hace aquí la llamada a la vigilancia en el lugar donde realizamos la oración, combatiendo la tentación orando en secreto, en la intimidad profunda del corazón.
-          Oración como palabrería. Mateo 6, 7-8. Al orar no multipliquéis las palabras. La tentación de creer que con nuestra palabrería e insistencia Dios va a obedecer nuestra súplica es lo que Jesús califica de “oración pagana”.Se afronta esta tentación con la práctica de la escucha y el silencio.
-          Oración como evasión. Mateo 7, 2. Jesús critica y rechaza una oración alienante, no comprometida con la vida: “No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el Reino de los cielos”. Ejerciendo la entrega, la generosidad, la disponibilidad y el compromiso hablaremos de la autenticidad de nuestra oración.
-          Oración farisea. Lucas 18, 10-12. Es la tentación de auto alabarse más que alabar, de exigir más que pedir, nos podemos creer con derecho por nuestras actuaciones egoistas. Hemos de practicar la humildad y saber de nuestro corazón pobre ante Dios.
-          Oración muy breve y muy prolongada. Marcos 14, 37. Realizando una oración muy duradera corremos el riesgo de que por cansancio nuestra conciencia no profundice. El tiempo breve puede convertir en un engaño la oración. La vida marcará nuestros ritmos orantes, la auténtica oración cristiana se ha de realizar “en espíritu y en verdad”.

La oración vocal que vamos a realizar debe de servirnos para que tengamos la necesidad de amar y conozcamos a Cristo. Debemos pues de aumentar nuestra relación con Dios, de forma afectiva: amando con Dios; y de forma afectiva: sufriendo con Dios. Y tiene que dar sus frutos socialmente hablando, llamados, como nos dice la encíclica Lumen Gentium 39, a vivir la santidad de forma afectiva y efectiva, y espiritual y socialmente hablando, como decimos, fruto de mi relación con Cristo por la oración. Así llegamos por la meditación, por la búsqueda que hace nuestro espíritu de comprender el porqué y el cómo de la vida cristiana para adherirse y responder a lo que el Señor pide. El Rosario compromete, meditar la vida de Jesús, compromete. Él ha querido morir, loco de amor, por ti y por mí, clavado con tres clavos al maadero de la Cruz; y mientras tanto, nosotros… Rezar el Rosario debe de formar parte de un conjunto, de un tipo de vida: la misma forma de un Rosario: un círculo, sin fisuras, presidido por el Crucifijo, lo evoca. No -¿sabes?- no se puede rezar el Rosario y… pagar mal a tus empleados, vivir el noviazgo de cualquier manera, ser infiel con tu mujer o tu marido, trabajar en plan chapuzas, ir de morros por la vida, ser mal compañero de trabajo y… todo eso que estais imaginando… No. No se puede rezar el Rosario y llevar una vida de mediocridad. El Rosario es una oración eminente, que abre el camino de la felicidad, felicidad en esta tierra y en la otra. Por eso, cualquier persona que reza el Rosario se pregunta: Si Dios ha hecho esto por mí, por amor… ¿qué querrá Dios que haga yo por Él, también y sólo por amor? –pedimos mucho, pero ¿con qué frecuencia Le hemos preguntado esto?

Por último llegaremos a la contemplación ¿sabemos qué significa contemplar?  lo hacemos todos los días: mirando la cara de un niño recién nacido en la cuna estamos contemplando,  cuando no haces más que pensar en ella, o en él, y se nos olvida todo mirando su foto, se pega la comida, porque eres incapaz de soltar el teléfono para decirle lo mucho que la quieres o que le quieres, estás contemplando ¿qué nos pasa cuando nos enamoramos? Que sentimos con los pensamientos y sufrimientos de la persona amada, contemplar es amar con locura, es no cansarse de amar, es… que os voy a decir si lo sabéis como yo. Es hacer lo mismo con Jesús, el verdadero Amor, de la mano de María ¡¿nos imaginamos con qué Amor nos contempla constantemente Él a nosotros?!



Una parte del Rosario
-que es lo que se suele rezar cada día-
consta de cinco misterios.

  1. Escuchas la enunciación del Misterio y lees
la Palabra de Dios:
pide luces para que el Espíritu Santo
ilumine tu alma.

MISTERIOS DE GLORIA
(miércoles y domingo)
1. LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR (Marcos 16,6-8)

"Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado. Ha resucitado, no está aquí." "Y ellas huyeron del sepulcro, pues estaban sobrecogidas de temblor."

2. LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
(Mateo 28,18-20; Hechos 1,9-11)

"Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándoles… y enseñándoles." "Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo."

3. LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO
(Hechos 2,1-4)

"Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar." "Quedaron todos llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas."

4. LA ASUNCIÓN DE NUESTRA SEÑORA
(Cantar 2,3-6,10)

"Me hizo entrar en su sala de bodas; su enseña ante mí es amor." "¡Levántate, ven, amada mía, hermosa mía, vente!".

5. LA CORONACIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA
(Cantar 6,10; Lucas 1,51-54)

"¿Quién es ésa que se asoma como el alba, hermosa como la luna, brillante como el sol?" "Derribó a los poderosos de su trono y ensalzó a los humildes."




  2. Contemplas el misterio:
te imaginas
la escena del Evangelio y te metes dentro de ella
como si fueras un personaje más:
      - un pastor que adora al Niño y le lleva una bota
      de vino;
      - un caminante que asiste al Bautismo de Jesús;
      - un invitado de las Bodas de Caná;
      - un discípulo que le mira desde lejos, cobarde,
      llorando al verle morir, sólo, junto a su Madre,
      en la Cruz,
      - uno que se asombra viendo a Pedro hablar
      muchas lenguas el día de Pentecostés,…

  3. Guardas unos segundos de silencio:
Dios habla bajito.
Déjale que te hable en el silencio de tu corazón.
A lo mejor te quiere decir algo.

  4. Luego, en cada misterio,
mientras procuras seguir contemplando la escena, rezas:

      Un Padrenuestro, la oración al Padre que nos
      enseñó Jesús.
      Diez Avemarías, con las palabras del
      Arcángel a Santa María y centradas en
      el nombre de Jesús.
      Un Gloria a la Trinidad: a Dios Padre,
      a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo
      Es la oración cumbre de la contemplación.

  5. Y al final del misterio, una oración, con una petición breve:
Elige la oración que más te guste.
Por ejemplo: María, Madre de Gracia,
Madre de Misericordia,
defiéndenos de nuestros enemigos
y ampáranos ahora
y en la hora de nuestra muerte.
Amén
.

  6. Al terminar los cinco misterios, rezas:
      Dios te salve María, Hija de Dios Padre, llena eres de gracia…
      Dios te salve María, Madre de Dios Hijo, llena eres de gracia…
      Dios te salve María, Esposa de Dios Espíritu Santo, llena eres de gracia...

  7. Y luego, después de la Letanía, rezas por la persona e intenciones del Santo Padre.


LETANÍAS DE LA VIRGEN
   
Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Dios, Padre celestial,
ten piedad de nosotros.
Dios, Hijo, Redentor del mundo,
Dios, Espíritu Santo,
Santísima Trinidad, un solo Dios,
Santa María,
ruega por nosotros.
Santa Madre de Dios,
Santa Virgen de las Vírgenes,
Madre de Cristo,
Madre de la Iglesia,
Madre de la divina gracia,
Madre purísima,
Madre castísima,
Madre siempre virgen,
Madre inmaculada,
Madre amable,
Madre admirable,
Madre del buen consejo,
Madre del Creador,
Madre del Salvador,
Madre de misericordia,
Virgen prudentísima,
Virgen digna de veneración,
Virgen digna de alabanza,
Virgen poderosa,
Virgen clemente,
Virgen fiel,
Espejo de justicia,
Trono de la sabiduría,
Causa de nuestra alegría,
Vaso espiritual,
Vaso digno de honor,
Vaso de insigne devoción,
Rosa mística,
Torre de David,
Torre de marfil,
Casa de oro,
Arca de la Alianza,
Puerta del cielo,
Estrella de la mañana,
Salud de los enfermos,
Refugio de los pecadores,
Consoladora de los afligidos,
Auxilio de los cristianos,
Reina de los Ángeles,
Reina de los Patriarcas,
Reina de los Profetas,
Reina de los Apóstoles,
Reina de los Mártires,
Reina de los Confesores,
Reina de las Vírgenes,
Reina de todos los Santos,
Reina concebida sin pecado original,
Reina asunta a los Cielos,
Reina del Santísimo Rosario,
Reina de la familia,
Reina de la paz.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten misericordia de nosotros.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
ORACIÓN.
Te rogamos nos concedas,
Señor Dios nuestro,
gozar de continua salud de alma y cuerpo,
y por la gloriosa intercesión
de la bienaventurada siempre Virgen María,
vernos libres de las tristezas de la vida presente
y disfrutar de las alegrías eternas.
Por Cristo nuestro Señor.
Amén.


¡Ah! Y no te olvides de rezar por los que piden oraciones en esta página…


ORACIONES
PADRENUESTRO                                          arriba

Padre Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén

AVEMARÍA                                                 arriba

Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

GLORIA                                                     arriba

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén

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