Adviento: espera alegre y vigilante
Abrimos un nuevo tiempo litúrgico, el de Adviento, con este Primer Domingo, que lo es también de nuevo ciclo, del B, en el cual será San Marcos quien nos narre a lo largo de todo un año la vida de Jesús de Nazaret. Jesús nos pide hoy que estemos vigilantes. Y es que nuestra espera tendrá recompensa: llegará el Hijo de Dios, hecho Hombre, para enseñarnos el camino de la Salvación. Nos abrimos pues a ese tiempo de esperanza total que nos produce la cercanía del Nacimiento del Niño Dios.
Señor:
Con la esperanza entretejida con estas ramas verdes y el deseo de salir a tu encuentro, representado en estos cuatro cirios hemos preparado esta Corona de Adviento.
Con ello, cada domingo, queremos despertar en nosotros: la inquietud por esperarte, el propósito de mejorar interior y exteriormente, la alegría de saber que Tú eres la razón de la Navidad, y el agradecimiento por el “SI” de María.
Queridos hermanos:
Hoy comienza el adviento. El mundo se encuentra inmerso en muchas tinieblas y dudas. La alegría y la sonrisa, la paz y la felicidad son bienes escasos. Necesitamos la llegada de un soplo nuevo. Necesitamos la venida de ALGUIEN que disipe las sombras del dolor y del sufrimiento del corazón del hombre. Queremos encender una luz en el centro de nuestras vidas, para que el Señor, cuando llegue, nos encuentre despiertos y esperándole.
Estemos vigilantes. No nos dejemos seducir por el cloroformo de un realidad ajena a Dios. El Señor viene. Encendamos el primer cirio de la VIGILANCIA con un compromiso: vivir y sacudir nuestra conciencia y así poder saborear con intensidad este tiempo que nos llevara a la Navidad.
Queremos también ir construyendo y formando esta cuna, que acogerá a Cristo que llega, es muestra de nuestro deseo de recibir a Jesús, signo del esfuerzo de preparar bien su venida a nuestros corazones. Esta semana ponemos la primera tabla de madera, fuerte y vigorosa ante las dificultades de la vida.
También queremos ir preparando durante este camino hasta la llegada del Niño Dios, nuestra canastilla, la preparamos hoy, pero pensando en cómo la tuvo que preparar María, para que podamos recapacitar e intentar unirnos más a Ella en este tiempo de adviento. María preparó una vela que fue con la que se alumbró en el momento de dar a luz en el pesebre de Belén. Símbolo de purificación, necesidad de guía, de apoyo ante la velada de la vida. La luz de una vela, el signo del mismo Cristo, luz del mundo, ¡cuántas veces al estar junto a nuestros hijos recién nacidos hemos necesitado de esta luz¡ ¡de Esta Luz¡ nos ayuda en nuestra vigilancia hacia ese trozo de nuestro ser, nos ilumina ante nuevas ilusiones y tantas esperanzas de paz.
¡PREPARATE, QUE DIOS VIENE A TU ENCUENTRO!
¡Vigilad!
Sí; vigilemos. ¿Por qué?
Porque necesitamos de una palabra de aliento. Porque, el mundo, este mundo que tocamos con las yemas de nuestras manos; que amamos y que a la vez odiamos; este mundo tan necesitado de paz, como tan lleno de contiendas necesita de buenos vigilantes.
Hombres y mujeres que, más allá del día a día, entre los rascacielos del puro y duro sensacionalismo o materialismo, levanten su cabeza y esperen.
Sí; esperen a un Dios que viene a salvarnos.
¿Salvarnos? ¿Salvarnos de qué?
De mucho, amigos, de mucho.
Hay muchas cosas y acontecimientos que atragantan nuestra felicidad.
Vemos que este “gran castillo del bienestar que nos hemos montado” se tambalea y nos produce ansiedad, corrupción, mentiras e inestabilidad
Dios que sale a nuestro encuentro
Dios que, en la Navidad, se hará pequeño mientras que el hombre se empeña en hacerse grande.
Dios que, en Jesús, se dejará abrazar, amar, tocar, besar, adorar.
¡Bienvenido, Adviento!
Entra por las ventanas y balcones de nuestros corazones.
Vivamos, amigos, este tiempo de esperanza; semanas de espera y horas de tensión.
¡ Que va a venir el Señor!
No podemos bajar la guardia; no podemos bajarnos del torreón de nuestra fe por el simple hecho de que nos digan que, en el llano, se vive mejor sin Dios.
Adviento. Lo necesitamos. ¡Qué déficit de esperanza el nuestro!
Viene el Señor, porque nos ve vacíos.
Cuántas estrellas que iluminan las calles y, los que las han puesto, no saben ni por qué ni por quién.
Adviento. ¡Bienvenido seas!
¡Qué ganas tenemos de un Niño que nos reúna en torno a la mesa y nos haga pensar que, el mundo, aún tiene solución!
Adviento. Es el Señor, que llega.
Prepárate…es Dios quien llega en persona.
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