32 años de un punto y seguido
Con la alegría que comporta la celebración de un
aniversario, y arrastrado por lo pudo ser y no es, o lo que está siendo, quiero
recordar con ilusión y con las mismas ganas que el primer día, este 32
aniversario de mi incorporación al trabajo en la entidad financiera donde hasta
hoy sigo prestando mis servicios: Unicaja Banco.
Y aunque he de señalar que mi vida laboral sin embargo
apunta muchas más horas, ya que durante 9 años fui director gerente de la
empresa el Sol de Antequera S.L., por lo que aparecen más de esos 32 años que
menciono.
Y también indico un punto y seguido, porque no todo empezó
en aquel 1986, fue mucho antes, todo tiene un principio, y como es justo ser
bien agradecido, quiero tener unas palabras de recuerdo hacia todas aquellas
personas que estuvieron junto a mí, me animaron, me ayudaron, me impulsaron, me
promocionaron, me han demostrado su confianza, y a quien me ayuda, que es
presente y futuro de mi vida.
Obviamente el árbol desde chico, y las manos de mis padres
son lo primero que recuerdo. Mi padre y mi madre, su fuerza y su sonrisa, su
enseñanzas y su ejemplo… Ese mirar hacia arriba y verlos sonrientes, con la
seguridad de su cercanía, comprobando su buen hacer. Y lo que me enseñaban, el
entusiasmo por el trabajo, bien en el concesionario de tractores de la John
Deere, de mi padrino, don Joaquín Jiménez Hidalgo, donde los veranos se volvían
apasionantes obteniendo herramientas y objetos que colocar en el Jeep de
pedales que tenía, o en casa ayudando a mi madre a preparar esos postres, ese
café, o hacer las compras en la tienda de Joaquín o en casa Modesto de la calle
Nueva, ir a por churros a Cucharillas los domingos, y traerlos ensartados en
aquellos juncos. Y por supuesto el resto de la familia, mis abuelos paternos “del
Campo” por aquél jardín enorme que me parecía tenían junto a su vivienda de los
bloques del Barrio Girón, o “del 12” por el número de la casa de calle Pizarro
donde vivían los maternos y lugar donde nací. La familia, mis abuelos y mis
tíos, y como era el mayor de los nietos, poca compañía más.
Quién sabe si mi especial relación profesional con el mundo
agrario, tuvo su fundamento en aquellos días de mi infancia, visitando tantos y
tantos amigos junto a mi padre.
Pero si esto me parecía fascinante mucho más era el
acompañar a mi padre a Radio Antequera, la primera vez la recuerdo en aquella
cabina, con esos cascos esqueléticos, metálicos y fríos, estaba en segundo de
E.G.B., apenas 7 años, y el nerviosismo. Pero para mí una fascinación, y sus
compañeros un lujo, la comprensión y paciencia que tenían con aquel renacuajo,
el primero, en el control de emisión, Manolo Berrocal, que me diera paso aquella primera vez, un año
después, a mí solo, porque mi padre tuvo que salir a atender una visita, y me
quedé sin palabras, él me llegó a acercar la portada del disco hasta la doble
cristalera de la cabina, y ya puede decir algo, casi sin aire, ¡qué vergüenza!
Y qué decir de Paco Palma y Meli –Carmen Pérez- , y Miguel Martin.
Ya digo, el principio. Aquella magia traspasó los muros de
la emisora, y se trasladaba al campo del Maulí, al polideportivo, por entonces
descubierto de la piscina municipal, la plaza de toros o los recintos donde se
celebraban actuaciones. Siempre de sus manos, siempre completando mis días y
conociendo a los artistas y deportistas de primera línea: aquella inolvidable
entrevista a Juan pardo en el antiguo parador y la canción “capitán de madera”,
o Miguel Ríos dándome la medalla con la que actuó, Demís Rusos, Rocío Jurado, Camilo
Sesto, María Jiménez, futbolistas como Rojo, Cruiff, Maradona, Sáez, árbitros
de primera, equipos de fútbol, Paquirri, Esplá, el Cordobés, y por supuesto tantos
y tantos antequeranos, de tan diversa índole, de tan diversos pensamientos, de
tantas ramas de la vida y profesiones... y comer en casa con Paloma San Basilio
y Pepe Domingo Castaño… como digo una suerte de vida que te llega a dejar profundamente
marcado.
Otro aspecto que me ha influido fue la formación que me
brindaron en los tres centros educativos, donde de una manera u otra, también
quedé marcado: Nuestra Señora de Loreto, los Hermanos de La Salle, y el Colegio
María Inmaculada. De todos ellos me siento orgulloso, aunque obviamente cada
uno ha influido en mí en función de la complejidad de los estudios cursados,
pero cada uno cumpliendo al máximo su cometido, todos. He de reconocer
que tuve la suerte de poder tener como profesores al final de mis estudios en
el Colegio María Inmaculada a grandes docentes que consiguieron desarrollarme
como persona y complementar lo que recibía en mi familia, grandísimos recuerdos
para sor Matilde, sor María José, sor Ángeles, sor Gloria y, la para mí eterna,
madre Piedad.
Volviendo al trabajo y mi hobby ilusionante, un nuevo olor
entraría en mi ser, el de la tinta y el papel. Y es que las crónicas cada vez
se hacían más extensas y además mi padre empezó a colaborar con el Semanario de
mi ciudad, el Sol de Antequera, y habida cuenta de la cercanía con casa (calle
Nueva), en calle Encarnación, después de los acontecimientos había que
dirigirse allí a escribir las noticias. Y mientras aquél niño se dejaba
ilusionar entre cajas de tipos de letras, papel y maquinaria. Otras grandes
personas influyeron en mí: Antonio Alcalá y Juan Galán, aquellos dos maestros tipógrafos con los que tuve la
suerte de aprender algo de ese arte y con los que también empecé a colaborar.
Aquellas hojas alargadas de pruebas de las columnas de las noticias, que
ayudaba a corregir a mi padre, componer con los tipos y ese orden que tenían particular
en las cajas, manejar la maquinaria e imprimir las hojas de nuestro Sol, una a
una, cara a cara, y doblarlas manualmente, y casarlas una dentro de otra, y
tomar la lotería nacional del sábado “de oído”… y además repartir el periódico,
en bicicleta… recuerdo que para hacer más llevaderas las cuestas de nuestra
ciudad, a aquella bicicleta “G.A.C.” le tuve que poner los tres piñones que le
cabían en el eje, convirtiéndola, creo, en un modelo único mundial. Pero mis
colaboraciones empezaron a traspasar la localidad y mi padre, quien lo conoció
sabe que fue capaz, me empujó y hacía que realizara las crónicas deportivas en
el “Mundo Deportivo” que enviaba desde 1981 con los partidos de las temporadas que el C.D.
Antequerano jugó en segunda división B nacional, algo que para mí era
inconmensurable, a cambio recibía el diario deportivo todos los días en mi
casa, ¡encima eso…!
En este tiempo se unió también otro maestro de estas
labores, incluso diría y de las labores comerciales que hasta hoy mismo
desempeño, (de hecho mi tía Mercedes y mis primas, me regalaron una corbata de
él que utilizo esos días que quiero y necesito que me acompañe por alguna
gestión importante), me refiero a mi tío Juan Manuel Clavijo, quien también
estuvo colaborando en el Sol y también me dio cabida en la administración y
gestión, en aquellos días las facturas se hacían a máquina, no había aún “I.V.A.”
y se cobraba el “I.T.E.”. De aquí, se catapultó a Radio Antequera, donde
Prudencio Aguilera –que también colaboraba en el periódico- le dio la confianza
y le otorgó el puesto que finalmente lo convirtiera en el alma mater de la
emisora.
De ellos, resaltaría a Juan Galán, por lo repentina de su
partida y porque compartiendo tardes de impresión, con aquellas tarjetas de
visita o recuerdos de comunión con la purpurina dorada en polvo, soplando y
adheriéndose mientras la tinta estuviera húmeda y ayudado por un algodón… como
digo en aquellos días él me animaba a emprender un cambio en el periódico.
¡Qué surte tuve! ¿os imagináis? Mis padres, mi familia, mis
amigos, compañeros de trabajo de mi padre, profesores… me conformé como una
persona dispuesta a dar muchos pasos en la vida, y el primero que tuve, fue a
los 17 años, tras Semana Santa, y después
de llevar unos 3 años colaborando con mis tíos Ramón y Juán, aprovechando mi
capacidad con la máquina de escribir, ayudando en la secretaría y mayordomía,
escribiendo aquellos saludas e invitaciones, uno a uno, no había fotocopiadoras
ni impresoras como ahora… recuerdo como me animaron a coger su testigo y llegar
a ser presidente de la Cofradía de los Estudiantes, pero claro como no era
mayor de edad aún, el cabildo de elecciones se convocaría en octubre, nada más
cumplir los 18, y a partir de ahí fui elegido presidente. Y en estos momentos
se unen a mi vida otras grandes personas, y amigos, de esos de los que se
cuentan con los dedos de una mano, Juan Antonio Sánchez y Paco González, que me
ayudaron y me ayudan a tanto en el día a día hasta mi presente.
En esta ocasión sólo menciono ésto para unirlo a esa “coctelera” de mi vida para dar idea de ese punto y seguido al que me refiero con el título del escrito de este capítulo de mi vida.
En esta ocasión sólo menciono ésto para unirlo a esa “coctelera” de mi vida para dar idea de ese punto y seguido al que me refiero con el título del escrito de este capítulo de mi vida.
O sea que en 1985, terminé C.O.U., hice selectividad, era
presidente de la Cofradía de los Estudiantes con la que tuve el privilegio de
recuperar parte de los enseres más antiguos que se han procesionado de nuestra Semana
Santa, y colaboraba en el Sol de Antequera, en su gestión, administración y
publicidad… Y llega la época en la que tenemos que afrontar otra decisión más
importante que es la de cursar estudios superiores, y aquí, en parte influido
por la misma experiencia de mi padre, que empezó a estudiar magisterio, y en
parte por la maltrecha economía familiar, donde yo era el mayor de cuatro
hermanos, donde la educación en aquellos días no era gratuita, generando
ingresos sólo mi padre y porque el día no tenía más horas…, se hizo imposible
que estudiara fuera de la ciudad, y habida cuenta de lo bien que me iba en el
Colegio María Inmaculada de Antequera, decidimos que iniciara los estudios de
Magisterio.
A esas alturas, mi colaboración con el periódico era muy
intensa, habiéndome convertido en el administrador oficioso y gestor del mismo,
ayudando a mi padre que también se había quedado solo escribiendo y gestionando
las ediciones. En aquel tiempo un asesor fiscal se encargaba de llevar la contabilidad
y trámites burocráticos, de los que mi padre no entendía ni yo tenía
conocimientos tampoco. A principio del verano del 85 un suceso dinamitó positivamente
mi implicación con el Semanario, que no detallo, pero que me hizo responsabilizarme
aún más en el mismo, donde si bien llevaba ya un par de años intentando cuadrar
las cuentas y que no hubiera pérdidas, aquel verano me propuse que mi padre no
tuviera que “poner” dinero de su bolsillo al mismo, no tenía más que la
relación colaborativa con el mismo, y no tenía porqué responsabilizarse de sus
pérdidas y malos resultados, a lo que yo respondía con una regla tan básica y
sencilla como la de buscar publicidad para mantenerlo a flote y que no llegara a
perjudicar la economía familiar.
Y así llegamos al año 1986, donde un gran hito ocurrió desde
el uno de enero, la implantación del Impuesto sobre el Valor Añadido, el
conocido I.V.A. Y claro, ante la influencia que en todas las empresas iba a
tener, busqué información del impuesto, hice cursos de contabilidad y en
definitiva me responsabilicé sin tener porqué, pero lo hice al igual que mi
padre lo hacía en otro aspecto del semanario.
Y fue una noche del mes de abril, una llamada a mi casa, lo
cojo yo y era el jefe de mi padre, don José Gemas, otra de las personas a las
que estaré agradecida toda la vida, quien muy nervioso quiso hablar con él, mi
padre lo tranquilizaba y me nombraba repetidamente, yo en la distancia lo
escuchaba sin llegarlo a entender del todo… cuando colgó me dijo que al día
siguiente tenía que ir a ver al director general de la Caja de Ahorros de
Antequera, que andaba muy preocupado con el periódico y que quería hablar con
nosotros. Y al día siguiente fuimos, y allí me quedé perplejo y no di crédito,
nunca mejor dicho, a lo que ocurrió y me enteré. Me pidieron que aportara las cuentas
del periódico, que hiciera una relación de los deudores que tenía el semanario,
acumulados desde los tres últimos años, aquellos desde los que mi padre se
quedó solo tras la marcha de su anterior director, Juan Alcaide, y datos sobre
la contabilidad actual e información sobre el iva. Recuerdo que fui tajante,
remití a las cuentas a que se las pidiera al asesor que conocía que era el
responsable, sobre los deudores les dije que no había ninguno, que sabía que no
se debía dinero a nadie, y que sobre la contabilidad e iva, había hecho unos
cursos y comprado unos libros, que cité, con los que se realizarían las
oportunas declaraciones. Mi sorpresa fue cuando me enteré, y mi padre nunca me
había comentado, de que la Caja de Ahorros de Antequera tenía que aportar todos
los años entre 3 y 5 millones de las antiguas pesetas, y más valiosas por
tratarse inicios de los años 80, y que desde hacía un par de años no se
aportaban, creyendo que aquello hubiese generado pérdidas, pero le comenté que
en primer lugar desconocía de esa ayuda, y que por otro lado, había estado
buscando publicidad y ocupándome de numerosas tareas (facturas, controlar
ventas, reparto, corregir las pruebas ortográficamente y ayudar a mi padre…) para conseguir
atender todos los compromisos de pago y no tener deudas. Entonces fue, con su
manera peculiar de decir las cosas y ofrecerlas, cuando el director me dijo que
quería tenerme en la Caja de Ahorros de Antequera para llevar el Iva y que
quería que al mismo día siguiente entrara a trabajar en ese departamento, que
llevaba otro insigne pilar de mi vida Manolo Portillo. Pero yo tampoco fui
ajeno a mi forma de ser y le dije que me permitiera al menos terminar mis
estudios de primero de magisterio, y dicho y hecho, el 30 de junio de 1986 hice
mi último examen del primer curso en la Escuela de Magisterio María Inmaculada
y el 1 de julio me presenté en el despacho del director general de la Caja de
Ahorros de Antequera, hoy bien llegada a Unicaja Banco, y desde entonces vengo
disfrutando del desarrollo de mi labor tanto para la entidad, como lo más
importante: las personas y entidades clientes para las que trabajo y me
debo.
Lo siguiente siguió siendo apasionante, porque la pareja que
hacíamos mi padre y yo, provocó que la propietaria del Semanario, la Caja de
Ahorros de Antequera, al comprarla a los herederos de Muñoz Burgos, último
director del Sol, y que era el motivo de
la aportación de esas cantidades mencionadas anteriormente, hizo constituir una
sociedad limitada que se encargara de la edición del semanario con la
obligación de tenerme a mí como administrador único y gerente, y que desde
entonces se ha venido encargando de este objeto. Desde entonces, aunque tuve que
dejar los estudios de Magisterio, si bien empecé el segundo curso yendo a clase
por las tardes a las tres de la tarde, almorzando a las 7 de la tarde aquellos
días, el que me sortearan del Servicio Militar y me librara, hizo que tuviera
que céntrame ya en lo que eran mis trabajos: el Sol y la Caja, y ayudar en la
casa a ese sueldo único que entraba, y ayudar a que mis hermanos sí terminaran
sus carreras y de alguna forma mis padres vivieran algo mejor, amén de
conseguir nuevas metas en el periódico consiguiendo que los tipos de letras
dieran pié a la linotipia y el plomo, e inmediatamente a los ordenadores. Con
mi primer sueldo en la Caja compré el ordenador Amstrad que hoy se expone en la
redacción de calle Encarnación para que me ayudara a llevar la contabilidad y hacer
la facturación, así como adquirir un vehículo que me sirviera para encontrar papel
más económico para imprimir, nuevas imprentas, laboratorios de revelado, etc…
Pues como decía al principio un punto y seguido en mi vida
que me gusta celebrar y recordar.
Después muchas más vivencias, buenas y menos
buenas, mucha formación (114 cursos realizados en Unicaja) de la que la mayor
consecución fue el año pasado con la obtención del Título de Asesor Financiero
Mifid II, y mucho trabajo, y mucho agradecimiento, ya que llegar a este 32
aniversario y de la forma que lo estoy haciendo no sería posible sin el pilar
de mi vida, mi esposa, Rosi Trillo, que con su ejemplo de vida, la dedicación hacia
quien más lo puede necesitar, y el amor que me rebosa, me animan a ir a por
otros años más y por supuesto nuevas metas y nuevos objetivos, que si Dios quiere,
ya veréis muy pronto…
No sé como lo haces... porque lo haces sin ruido, sin que nos demos cuenta, de puntillas... pero no... y no porque seas mi primo... no importa, es porque eres como abuelo.. como tu Papi... como tu Tío.... como los titos... tienes lo mejor ... HUMILDAD Y SINCERIDAD . Enhorabuena por ser como eres, sentir como sientes, querer como quieres , luchar como luchas... y miles de cosas más. Gracias a Rosi... sin ella ésto no seria del todo posible. Y gracias por compartir un trocito de tu vida con todo tu corazón... te lo dije... te lo digo y te lo diré SIEMPRE : Eres Ángel Guerrero
ResponderEliminarAgradecida por tu labor desinteresada