Iglesia de Nuestra Señora del Carmen de Antequera



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Iglesia de Nuestra Señora del Carmen de Antequera

En el año 1512, formando parte de las numerosas órdenes religiosas que a comienzos del siglo XVI se instalan en Antequera, llegaron los religiosos carmelitas Fray Juan Ortega y Fray Agustín. Para instalar su convento solicitan y obtienen la cesión de la antigua ermita de San Sebastián El Viejo.
El incremento del número de religiosos acogidos en la ermita, determina la necesidad de construir un convento y su iglesia, acudiendo los carmelitas a doña Catalina Fernández de Córdoba, hija de don Alfonso Fernández de Córdoba y de doña Leonor Segura, primitivos patronos de la ermita, que les legan varias partidas con las que, a finales de los años 1500, comienza sus construcción.


La fachada
Demolida recientemente la inútil tapia exterior, reconstruido el patio anterior y la antigua Torre del Gallo, la fachada  de la iglesia presenta un arco de medio punto, dos columnas toscanas, todo coronado por un frontón con el escudo del Carmen.

El templo
De la primitiva edificación se conserva el templo en sí, habiendo desaparecido, demolidos, la casa convento, en el siglo XIX y hace poco la tapia que cerraba la visión de la manierista fachada principal de la iglesia.
La iglesia es de una sola nave, en la que destaca la capilla mayor, y está dotada de una serie de capillas laterales totalmente independientes unas de otras, claros añadidos posteriores al templo primitivo. Tiene una soberbia techumbre mudéjar.




Las capillas
Entrando al templo, a mano derecha, la primera capilla es la de “La Soledad”, que data del primer tercio del XVIII. Es propiedad de la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y Quinta Angustia, y consta, a su vez, de una especie de “nave” central, a cuyo fondo se encuentra el retablo de la Virgen de la Soledad –imagen muy antigua que se renovó en el siglo XVIII- constando a los lados con otros interesantes retablos: San Nicolás –bajo el que se encuentra el Cristo Yacente, del XVI-, el de la Inmaculada y el de San Francisco.



Varios lienzos completan el adorno de la capilla, a cuya entrada destaca una singular imagen de Nuestra Señora del Socorro, situada en una pequeña hornacina en la esquina del arco. Esta imagen mariana, hecha de pasta de cartón y de origen flamenco, pasa por ser la primera que tuvo la ciudad y procede de la primitiva antequerana de San Salvador, perteneciendo, según la tradición, al copero de Juan II que la cedió a la ciudad.




Bellísima la canastilla y urna del Santo Entierro, de estilo rococó, obra del tallista antequerano Miguel Rodríguez que finalizó su labrado en 1733. Por debajo de ella se encuentra la capilla altar de Santa Magdalena. En esta capilla, tiene su sede la hermandad de la Soledad y Santo Entierro.




La siguiente capilla, siempre a mano derecha y en dirección al altar mayor, es la de la Quinta Angustia, talla de Miguel Márquez, y que tiene a sus lados a San Cosme y San Damián.
En el lado del Evangelio, la capilla más próxima al altar mayor es la de la Virgen de Gracia, situada en un retablo de finales del XVII.




Le sigue la capilla del Sagrario, que tiene en el centro de su retablo una imagen de San José. Destaca la imagen del Cristo de la Paz, talla del XVII, que perteneció a la iglesia de San Salvador. Esta capilla cuenta con las pinturas al temple de la Adoración de los Pastores y de la Adoración de los Reyes Magos.
Por último, las capillas de la Virgen del Rosario y del Nazareno, con una talla atribuida a Diego Márquez. Separando las capillas, aparecen varios lienzos con santos de la orden carmelita.


La Capilla Mayor
Bajo patronazgo de don Antonio de Rojas, don Martín de Rojas Padilla, don Martín de Rojas Alarcón y don Jerónimo Matías de Rojas -cuyos escudos heráldicos figuran junto al de la primera patrona de la fundación, en las pechinas de esta capilla-, se empezó a construir el 2 de enero de 1627 por los alarifes Francisco Barrientos, Juan Muñoz Bustamante y Cristóbal Ramírez, por encargo de doña María de Rojas. Debería edificarse en un plazo de tres años, pero no concluyó la decoración hasta 1633. Destacan, en primer lugar sus elegantes decorados a base de yeserías, pero lo que más sorprende del conjunto es su imponente retablo.




El retablo de la iglesia del Carmen, es una exaltación de la orden del Carmelo: grandes figuras carmelitas, santos y santas, se integran en el cielo que rodea a la Virgen del Carmen situada en el camarín central, alternando con ángeles músicos o portadores de estandartes y cartelas con símbolos carmelitas. Dentro de su imponente belleza, se produce un afortunado contraste entre el color natural del pino rojo, en que se labra el altar, y el de las carnaciones suaves y la policromía delicadas de las tallas.




Por sus dimensiones, por su concepción valiente con profusión de elementos que desafían la gravedad, por lo armonioso de la mezcla -que puede resultar en principio abigarrada, pero que termina siendo fastuosa- de adornos tallados en la madera y de figuras e imágenes, este retablo pasa por ser uno de los máximos ejemplos de la retablística barroca del siglo XVIII, siendo, sin discusión posible, una de las más destacadas joyas del patrimonio histórico-artístico de la ciudad de Antequera, integrado en el conjunto de la iglesia del Carmen, monumento nacional. Esta maravilla antequerana se debe, según expertos en la materia, al maestro entallador antequerano Antonio Primo, autor, por cierto de retablos mayores en iglesias de Lucena y Estepa.
En lo que se refiere a la abundante imaginería, se sabe que son obra del escultor lucentino José Medina, las referidas a los santos y obispos de la orden del Carmelo; en las tallas de ángeles y arcángeles colaboró con él Diego Márquez, escultor antequerano.





La Virgen del Carmen
Ya se ha dicho que la figura central de este imponente marco, a la que se dedica, todo el conjunto, es la advocación carmelitana de la Virgen. Es imagen “de vestir”, labrada en fecha muy anterior a la de este retablo, sin que se sepa fijamente su autor. Es titular de la Hermandad de su mismo nombre.




Retablos laterales
A los lados de este colosal retablo central, se encuentran, en el lado derecho, el retablo de San Elías, dorado y policromado, con la ascensión al cielo de San Elías sobre carro de fuego ante un asombrado San Eliseo. Una imagen de vestir del mismo San Elías ocupa la parte central del conjunto, completándose hasta el techo con diversas pinturas de San Sebastián, la Virgen y el Niño y San Francisco de Asís.




En el lado izquierdo, en el de la epístola, otro retablo que sigue las trazas del que tiene enfrente, con una imagen del Ecce Homo, sumamente interesante, en un singular camarín. En las hornacinas laterales se encuentran las tallas de los santos carmelitas etíopes Santa Ifigia y San Elesbán.




El púlpito
Preciosa obra de arte de gustos tardo-barrocos, ejecutado con relieves de santos y figuras carmelitas, rematando el tornavoz de corona una talla de un ángel. En la cara interna de la portezuela, se hace constar que se hizo en el año 1799, por Miguel Márquez, siendo prior Fray Juan Romero, y costó en total, 7.100 reales.

El artesonado

Cubre el conjunto del templo un bellísimo artesonado mudéjar concluido en 1614 y presentando la notoriedad de estar construido sin tirantas de madera. Está decorado con estrellas de ocho puntas, lazos y elementos florales y frutales. Tiene forma de pirámide truncada, saliendo de cada pared del templo un plano inclinado que remata otro longitudinal que va desde la cara interna de la fachada hasta el comienzo de la capilla mayor.

 Bibliografía:
Historia de Antequera: Cristobal Fernández
Las iglesias de Antequera: José Mª Fernández
Guía Artística de Antequera: Jesús Romero Benítez
El Sol de Antequera: Ángel Guerrero Fernández

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